¡No puedo vivir sin él! ¿Y tú?

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Según encuestas consultadas por Intel, el 20 por ciento de los usuarios prefiere perder la cartera que el teléfono, mientras que el 43 por ciento cree que su dispositivo refleja su personalidad. Asimismo, la mitad de las personas que usan telefonía digital asegura que su vida social sería insatisfactoria sin un smartphone. Lo anterior cobra mayor relevancia al descubrir que el 50 por ciento de los adolescentes en el mundo envía un promedio de 3 mil 330 mensajes por mes, lo que refleja la importancia de este medio de comunicación.

Los teléfonos inteligentes nos permiten tener a nuestra disposición a toda hora y en cualquier lugar las funciones básicas de comunicación. Pero, así como nos facilita la vida, también podemos caer en una dependencia a la tecnología, todo está combinado, los móviles llegan a ser esenciales en nuestras vidas, y todo lo que genera dependencia, es dañino. Esto se relaciona con la velocidad de la información y cómo empezamos a tener una falta de tolerancia a la espera, por lo que hemos generado una dependencia hacia estos equipos, una idea obsesiva de estar al pendiente del teléfono todo el tiempo.

Podríamos estar hablando de una adicción o dependencia y en el momento en que no tenemos el dispositivo comienza a parecer que hay una falta en nuestra persona. Nos creamos esta necesidad de estar en constante comunicación con la gente porque, como ya tenemos la velocidad de la comunicación que nos permite estar en contacto con otras personas en el instante que se quiera, sentimos que debemos estar conectados y enterándonos de todo al instante, y si no, nos genera angustia.

La directiva de Intel sugiere que para evitar el uso excesivo del móvil, es recomendable que los usuarios tomen distancia de sus equipos. Te reto a ponerte horarios para mesurar el uso del teléfono, realmente podemos vivir sin él.